martes, 22 de marzo de 2011

Contra el abandono del ‘no hay nada que hacer’

El periodista Rafael Poch describe con lucidez que la crisis ha sido un atraco perfecto: el sistema financiero se hunde víctima de sus robos, pero lo salva un rescate astronómico con dinero público. Ese rescate aumenta la deuda pública de los estados rescatadores. Entonces los desvalijadores perpetran un segundo atraco: desmontar la justicia social lograda.

Los atracadores ocultan la causa (primer atraco y rescate), aireando la consecuencia (deuda). Y difunden como bellacos la falacia de que la deuda es debida al excesivo gasto social. Es necesario, dicen, reducir la seguridad social, menos derechos laborales que impiden la competitividad, privatizar lo público... Un mundo injusto con más pobreza.
Los autores del primer atraco han regresado a la escena del crimen para apropiarse de las pensiones, para adueñarse de la sanidad pública, de la educación estatal... con obscenas contra- reformas que impedirán una vida digna.
Para ellos todo es negocio. Pero para los ciudadanos son derechos humanos a defender.
El doble atraco se perpetra impunemente porque cunde la idea de que no se puede hacer nada. Pero sí se puede hacer.
Para empezar, informarse para que no nos hagan comulgar con ruedas de molino. Es posible, separando el grano de la paja. Informarnos, digo, no bañarnos en onanistas auto complacencias ni regodearnos en rumores y leyendas urbanas. Informarnos para construir una conciencia colectiva ciudadana irrebatible.
Luego, que corra la voz. Difundir lo que pasa, con rigor, sin ira. Y buscar colectivamente cómo reducir en el día a día los efectos perversos concretos de la crisis (cooperativas de consumo, de uso de objetos, bancos de tiempo...). E individualmente, comenzar a cambiar de hábitos consumistas e insolidarios, recuperar los valores de la solidaridad y del trabajo colectivo. Contra el individualismo destructor del neoliberalismo: esa falacia de “yo sólo me cuido de mis asuntos”. También contra el enriquecimiento como valor deseable, contra el lujo como acicate productivo y contra el crecimiento como motor económico. Porque nos llevan a la ruina.
Y organizarnos como ciudadanos por modestamente que sea. E iniciar la resistencia pacífica. Recordemos Egipto: hace un mes nadie hubiera apostado un duro porque la autocracia más potente del mundo árabe pudiera irse al garete en dieciocho días de concentraciones y manifestaciones ciudadanas pacíficas. Pero así ha sido.
Se dice por ahí que ante la crisis, ante la dictadura financiera, ante las rebajas sociales y recortes de derechos, no hay nada que hacer. Pero, como escribe Ignacio Escolar, es cierto que no se puede hacer nada cuando ni siquiera se intenta hacer lago.
Sí se puede hacer. Quienes dicen que nada se puede hacer desconocen la historia. ¿No acabó la esclavitud como modo económico de producir? ¿No se eliminaron las condiciones infrahumanas de los trabajadores del siglo XIX? ¿El feminismo internacional no consiguió el derecho a voto para las mujeres? ¿Gandhi no consiguió la independencia de la India sin violencia? ¿No tuvo Luther King un sueño que se cumplió en buena medida? ¿El fin del apartheid en Sudáfrica fue un delirio de Mandela? ¿No estaban completamente solos aquellos primeros ecologistas de mediados del XX?
Perseguidos, tachados de locos, acusados de subversivos, encarcelados... Pero persistieron y consiguieron lo que soñaron, si no todo, buena parte. Aunque a los que nunca tuvieron sueño alguno les pareciera entonces imposible.
Todos los soñadores por la justicia y por la libertad, por el amor a la Tierra, han hecho avanzar a la Humanidad.
Por tanto, no me digan que no es posible frenar la dictadura financiera que controla el mundo y poner en su sitio a los responsables de esa estafa y atraco que es la crisis.

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