Los españoles hemos cometido el error
de creer que la lucha por la democracia acabó con la publicación de la
Constitución de 1978. La realidad social española de paro y corrupción
nos demuestra que la democracia es un valor por el que debe lucharse día
a día. Es algo parecido como ir en bicicleta: si dejas de pedalear te
caes.
Como
ocurre en cualquier actividad humana, la corrupción se cuela cuando se
dejan rendijas abiertas. El problema se hace endémico cuando esas
rendijas se convierten en puertas abiertas de par en par y los
mecanismos para atajar el mal no funcionan. Es entonces cuando se
produce la situación peligrosa de pasar de la corrupción en la
democracia a la corrupción de la democracia.
La
diferencia entre las democracias y los regímenes totalitarios consiste
en que en éstos la corrupción no se puede combatir por la sociedad por
faltar medios y controles. ¿Estamos ya en la antesala del hartazgo de la
política en la sociedad y de la aparición de soluciones apolíticas y
tecnocráticas autoritarias?. La impotencia social ante la situación de
corrupción actual ha hecho saltar la señal de alerta.
PP
y PSOE tienen muy poco que presumir de lucha por la democracia: en sus
Consejos de Ministros no se han sentado quienes lucharon por la
democracia; el hecho más vergonzoso del PSOE lo constituye su traición a
quienes dieron la vida por una sociedad socialista y su abrazo del
neocapitalismo; los tesoreros del PP tienen a la cúpula del PP al borde
de un ataque de nervios. Ninguna de sus propuestas contra la corrupción
es sincera.
Hoy, en Europa al
menos hay ministros que dimiten porque parte de sus tesis doctorales
estaban copiadas; hay ministros que van a la cárcel por mentir para
evitar una multa de tráfico.
¿Por
qué estos hechos no suceden en la España de hoy?. Porque hemos dejado
de pedalear. Podemos superar la parálisis y la desesperanza porque hay
solución a la corrupción. La clave está en una sociedad que se organiza y
lucha por la democracia. Es posible dar la vuelta a la política y la
economía hoy imperante haciendo que las instituciones sirvan a la
sociedad y no a la banca. Un tribunal europeo ha sentenciado que
llevamos más de cien años con una legislación hipotecaria hecha a medida
de la banca. Y mientras la universidad, los tribunales y los
científicos del derecho se callaron, un inmigrante demandó la injusticia
de los desahucios y nos ha sacado a todos los colores demostrando que
ninguna injusticia debe ser eterna. La corrupción se acaba cuando nos
organicemos políticamente contra ella